Una vez más España arde, el pueblo sufre, familias enteras
lo pierden todo y lo mejor de nuestro patrimonio desaparece porque en pleno
siglo XXI se continúan sofocando los incendios forestales con ramas y
mangueras, lo cual resulta de todo punto incongruente.
Con lo que se gasta cada año en aviones, helicópteros y
coches de bomberos se podrían evitar dichos incendios en un setenta por ciento
de los casos.
Los incendios forestales contribuyen al calentamiento y la
desertificación del planeta, provocan cientos de muertes y nos afectan
cíclicamente pero en milenios no se ha sabido encontrar solución válida alguna
porque siempre existirá un loco, un pirómano o un desalmado que convierta en
inútil cualquier tipo de prevención.
No obstante, merced a las nuevas tecnologías esa solución
existe, pero por desgracia depende de la voluntad de los políticos y estos
jamás hacen nada hasta que ha sobrevenido una catástrofe de la que siempre
otros tienen la culpa.
En mayo de 2005, señalé al Ministerio de Industria la
conveniencia de aprovechar el mar que nos rodea con el fin de reciclar energía
y como resultado se ordenó el estudio ‘Aprovechamiento hidroeléctrico con agua de
mar por acumulación por bombeo’.
Fue confeccionado por una de las mayores compañías
eléctricas nacionales y meses después tres ingenieros de Unión Fenosa señalaron
que salvo por pequeños detalles, los cálculos eran correctos y una Central de
Bombeo Reversible de Agua de Mar produce unos beneficios en torno al 12%,
incluida la amortización en catorce años, y a partir de entonces dichos
beneficios se disparan.
Pese a estar diseñada para utilizar agua de mar su
funcionamiento es idéntico al de las Centrales Reversibles de los pantanos;
bombeando agua a lo alto de una montaña en ‘horas valle’ con el fin de dejarla
caer y devolver energía en horas punta.
Su gran ventaja estriba en que el mar es inagotable, el
depósito inferior gratuito y no se mantiene ‘cautiva’ de las compañías
eléctricas un agua potable cada vez más escasa.
En la Península Ibérica se han seleccionado unas ochenta
montañas en cuyas cimas podrían instalarse Centrales de Bombeo de Agua de Mar y
tanto las islas Canarias como las Baleares abundan de igual modo.
Merced a sus eficientes sistemas de control, Red Eléctrica
Nacional puededesviar de forma inmediata los excedentes de potencia a dichas
centrales. Según estos, tres son las áreas de beneficio que el sistema aporta a
la mejora de la eficiencia: capacidad de almacenamiento de energías fluyentes
(eólica y fotovoltaica), aplanamiento de la curva de demanda eléctrica y
calidad del suministro debido a que proporciona una inmejorable capacidad de
respuesta ante situaciones de emergencia.
Ello evitaría tener que estar produciendo (tal como se hace
en la actualidad) un 10% de potencia excedente destinado a prever un colapso
motivado por el continuo e inesperado aumento de consumo.
También permite aprovechar de una forma más lógica una
caprichosa energía eólica que ‘no llega cuando hace falta pero siempre aparece
cuando no se necesita’.
La verdadera alternativa de la energía eólica se centra en
el hecho indiscutible de que es preciso que se instale una fuente de energía
alternativa que funcione a todas horas para cuando no sopla viento.
El 27 de junio del 2005, un tornado derribó dos torres de
alta tensión, por lo que los sistemas de seguridad de tres parques eólicos los
desconectaron de la red, que se encontró de improviso con una caída de potencia
que a punto estuvo de provocar una catástrofe dejando a oscuras a toda la
nación.
Continuar permitiendo que los parques eólicos constituyan
semejante peligro significa una insensatez, por lo que resulta esencial
transformar toda su energía altamente inestable en potencial de energía
hidráulica controlada.
Cada metro cúbico de agua de mar depositado en lo alto de
una montaña de seiscientos metros de altura significa dos kilovatios de
energía, con lo que las montañas se convertirían en ‘bancos’ en los que guardar
los ahorros energéticos.
Un sistema de depósitos a diferentes alturas
Comprobado que desde el punto de vista económico el sistema
resultaba altamente rentable, llegó el momento de avanzar en el tema de los
incendios forestales partiendo de la base de que una serie de grandes depósitos
de agua situados escalonadamente a diferentes alturas se encuentran en
disposición de apagar cualquier fuego que se inicie en un área de unos treinta
kilómetros a la redonda por medio de un sistema de tuberías dispuestas en forma
de tela de araña que permiten que el agua fluya por la ley de los vasos
comunicantes.
El coste de dichas tuberías ha sido calculado en un 8% de la
inversión total, y en buena lógica debería ser financiado por la Oficina de
Protección Civil encargada de preservar vidas humanas, así como por el Ministerio
de Medio Ambiente como aportación a su lucha contra el cambio climático y la
desertificación.
Algunos ecologistas se quejan por el hecho de tener que
tender una red de tuberías a través de los bosques, pero no se quejan cuando se
trata de tender la red de cables eléctricos de los parques eólicos que sí
provocan incendios.
En puntos clave de dicha tela de araña, unas torres
telescópicas pueden elevarse por la presión del agua hasta unos cinco metros
por encima de los árboles.
En el momento en que unos satélites artificiales que ya
existen y que detectan de inmediato cualquier señal de fuego avisa del peligro,
el centro de control envía una orden a la torre más próxima que deja caer sobre
las llamas una lluvia instantánea que apaga el fuego a semejanza de los
sistemas contraincendios que se exigen en la actualidad a todos los grandes
edificios.
No solo le está enviando el contenido del depósito de
cabecera, sino toda el agua que simultáneamente se está bombeando desde el mar,
ya que en caso de necesidad no importara utilizar energía de hora punta.
Prácticamente se puede enviar la totalidad del océano sobre
cualquier bosque, pueblo, fábrica o vivienda en llamas. Poco importa que un
incendio se apague con agua de mar; de hecho se está haciendo con aviones y
helicópteros; un único envío de agua salada no afecta ni a la tierra ni a los
cultivos.
La ecuación es simple: sobra viento, energía nocturna y agua
de mar; falta energía diurna y agua; siempre que exista una montaña cerca un
problema resuelve el otro y se encuentra preparado a la hora de cortar de raíz
cualquier incendio forestal convirtiendo en realidad el sueño de que los
bosques no ardan.
Instalar este sistema contaría con ayudas económicas por
parte de las instituciones internacionales que abogan por la no contaminación,
la independencia energética y la lucha contra la desertificación y el cambio
climático.
El proyecto se basa en estudios realizados por los
Ministerios de Agricultura e Industria a través de sus empresas Tragsa y
Acuamed, así como de dos compañías eléctricas, Red Eléctrica Nacional, el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Colegio de Caminos Canales
y Puertos de Madrid.
Se encuentran a disposición de las autoridades que deseen
consultarlos pero la experiencia me enseña que no lo harán hasta que puedan
alegar que ya no queda un solo árbol que salvar.
* El escritor e inventor canario Alberto Vázquez-Figueroa
escribe en estas líneas el sistema que ha ideado para luchar contra el fuego
con depósitos de agua de mar conectados a diferentes alturas
FUENTE: El Mundo


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